Anoche dormí
sin ser sincero,
mis parpados
bajaron más no mis sueños,
mis murmullos
no permanecieron quietos.
Anoche dormí
sin ver tu pelo.
Cuando las penumbras me
arropaban
yo malcriado me destapaba,
hacia a un lado mi almohada
que tristemente aún conserva
trozos de tu alma.
El reloj era un martillo
que torturaba
mis entrañas, cada segundo
que marcaba
era un recordatorio de tu
figura lejana,
era un grito de melancolía
y tristeza malsana.
Anoche no dormí en mi
pieza,
me levantaba exhausto de
buscar
los caminos oníricos donde
el caballo se vuelve pegaso,
las colinas donde el humo
se vuelve árbol
el rio donde los peces se convierten
en barcos.
Finalmente caí derrotado
y no me quedo más que no dormir
sino bajo tu regazo.