La lluvia aquí
lava las penas,
azota la melancolía
con su frío de olvido,
los cerros con
su verde vida absorben nuestros recuerdos profanos,
la vida ha
tenido un curso tranquilo,
amparada por la
lejanía de los ruidos;
el sol ha menguado
no así el espíritu, el indomable coraje del alma, que hace que nos levantemos
cada mañana. Creemos. Soñamos. Vivimos.
El mundo afuera
nos espera, pero la vida adentro nos revela.
Los árboles
se
mezclan con las
sombras y las luces,
creando un mar
de vida,
las raíces que
brotan de la tierra son columpios para niños y niñas,
se crean
diversiones,
se pierden
olvidos,
se llama al
amigo
y
se muere el
retiro;
los abuelos
observan desde lejos, sus ojos cargan cascadas de rocío. Calido y desde adentro
misterioso, antes agua, ahora humo, como la vida al convertirse en recuerdos de
una vida en desuso.
Y de pronto la
noche toca a la puerta, el cielo es ahora una larga manta de serenatas,
solo de vista;
cada punto a lo
lejos creemos que es una estrella,
y nosotros al
centro pensamos que
nos hemos
convertido en la luna etérea,
¡Oh! Ojos míos,
¿Por que
engañan a nuestros otros sentidos?, ni estrellas ni luna, solo granos de arena,
que juntos forman la tierra más esplendida, más rica y nutritiva, donde sembrar
esperanzas
es cosa de cada
noche y día.
El manto de las
serenatas es solo mi mano sobre mi cara, extensión de mi sueño o recuerdo de
una hora lejana.
Otro glorioso
día en el arroyo del tiempo,
el danzón
interminable de la luna y el sol,
las miradas
parpadeantes de estrellas,
el seguir de
esas nubes coquetas,
la enseñanza de
nuestros maestros se convierten ya en aprendizajes de nuestros pequeños
traviesos.
La vida
que les espera
depende de
ellos, piensa uno al terminar los juegos.
Nuestras
esperanzas en los pequeños,
células de
amor,
anhelos
y
corazón.
La vida
aquí nos invita
a su
interminable colina, el aire rápido acaricia las yerbas, los sueños se
convierten en estrellas, los anhelos en rápidas fotografías que desaparecen
tras el sol y la luna.
Y somos todos,
el sublime calor de un cuerpo cuando reposa en pensamientos.
Y cantamos, al
igual que yo, todos, píale Ixtacahuayo.
Carlos Mario Cruz Ramírez
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